Todos mentimos. Es un hecho, ya sea que lo reconozcas o no. Por supuesto, la magnitud o grado puede variar, pero la mentira es un acto cotidiano y eso independientemente de nuestra cultura, religión, educación, sexo, nuestra edad o nuestro entorno sociocultural. ¿Los japoneses no distorsionan los hechos cuando tienen que dar cuenta de un desastre nuclear? ¿Es un sacerdote, ansioso por preservar la unidad entre sus feligreses, no obligado a minimizar ciertos eventos perturbadores particulares? ¿Un niño no finge la tristeza de conseguir un juguete? ¿Hay algúna persona, hombre o mujer, inmunizado contra la mentira?
Es interesante notar que la mentira no conoce ni restricciones ni límites. Como un fluido informal e intangible, se aprieta en todas las interacciones sociales, y eso, desde los primeros humanos. Las civilizaciones tenían a todos sus jefes para obtener poder, derrocar a los líderes estatales o movilizar a la gente en torno a una idea común. El uso de mentiras depende de las circunstancias, las personas, el contexto, pero sobre todo del objetivo establecido por quien lo hace.
La mentira es fascinante porque es polarizante. Separa las opiniones en nombre de la ética. A veces tiene la apariencia de buena voluntad cuando sirve a un interés superior o causa "noble", como mantener cientos de vidas. En cambio, se puede mostrar con el dedo cuando daña voluntariamente a otra persona o sirve intereses "muy" personales.
Más allá de cualquier consideración filosófica, la mentira es simplemente parte de nuestras vidas, porque es un medio de supervivencia.
Marwan Mery- Universidad de la Sorbona - Francia
"Detectando la mentira - desenmascarando a los mentirosos" - Ed. Meteor Publishing ( www.meteorpress.ro )
